26 julio 2007

Recuerdo de infancia

Yo no soy peronista, pero mi papá sí. Mi papá es un hombre del sur, un mapuche que aprendió a leer y a escribir en la colimba. Ahí también aprendió su oficio de carpintero de obra. Trabajó, según me contó una vez, en un proyecto de monumento para Evita que al final no se hizo. Me dijo que un día vino Perón y le dijo: “¿Cómo le va Peralta?”. Yo ya era grande cuando conocí esta historia y entonces empecé a atar cabos.
Era de mañana y el día estaba feo así que estábamos en casa, todavía en la cama. Cosa rara estábamos viendo televisión y lo raro era que en ese entonces la televisión empezaba al mediodía. Yo iba al colegio a la tarde y ese día conocí a Da Vinci, tan de moda ahora. Estaban pasando la historia de ese tipo que había dibujado los planos de un helicóptero y que los cuadros que había pintado se estaban derritiendo todos. Yo estaba maravillado. Cuando vino mi papá me imaginé que algo malo pasaba porque los días que yo iba a la escuela no lo veía nunca y la única señal que tenía de él era la taza de mate cocido que nos dejaba preparada a mi hermano y a mí sobre la mesa de luz y que siempre tomábamos con entusiasmo a pesar de que ya estaba fría cuando nos levantábamos.
Yo no sabía qué pasaba pero quería contarle de Da Vinci y quería verle también si se le había borrado la marca del cogote, esa que le había hecho el sol, pero no me animé porque algo habló con mamá y después me dijeron que me cambiara y me pusieron una camiseta limpia que estaba fría y yo no sabía y no me animé a preguntar. Es mejor no decir nada. Si me ponen los zapatos es porque vamos a salir pero siempre que salimos pasa algo y a mi no me gusta, pero mamá no se estaba cambiando y mi hermano tampoco y eso que él era el más grande, y mi papá me dijo que íbamos a ir a Buenos Aires a ver a Perón que se había muerto. Si hasta el reloj me pusieron y los zapatos bien lustrados y todo y mi mamá protestaba porque estaba lloviendo y mi papá me llevó igual y viajamos en colectivo y después nos bajamos y yo no preguntaba nada porque nadie hablaba, en el colectivo nadie hablaba y yo me fijé y mi papá no había pagado el boleto y yo tenía miedo de que viniera el guarda y nos echara, pero nadie hablaba y nadie subió a decirnos nada y después nos bajamos y tomamos otro colectivo y después nos bajamos otra vez y mi papá preguntaba y me llevaba de la mano y yo miraba para arriba porque mi papá era un tipo grandote y veía los edificios altos, más altos que mi papá, y seguíamos caminando hasta que de repente se largó a llover más fuerte y yo pensaba que mi mamá se iba a enojar porque me estaba mojando mucho y mi papá siempre hacía lo mismo cuando llovía, nos sacaba al patio de atrás a mi hermano y a mí para que nos bañáramos con agua de lluvia y mi mamá decía que nos íbamos a enfermar y mi papá se reía y silbaba y nosotros éramos felices porque lo escuchábamos silbar y sabíamos que todo estaba bien, pero ese día no silbaba, preguntaba nada más y caminábamos y cuando tuve ganas de hacer pis me las aguanté porque tenía miedo de preguntar pero al ratito él me dijo esperame acá y se fue a hacer pis contra una pared y me dijo que si yo quería hacer y le dije que sí y sentí alivio porque ya casi me hacía y cuando terminamos fuimos por una calle y cada vez llovía más y mi papá con otra gente agarraron un cartel grande de chapa y lo usamos de paraguas y con eso nos tapamos y entonces éramos muchos caminando y cuando llegamos a un lugar vimos mucha más gente y mi papá me dijo vamos que ya es tarde, que no íbamos a poder verlo y yo le pregunté ¿a quién? y él me dijo “a Perón” y cuando nos volvíamos yo lo veía triste a mi papá y me dormí en el colectivo a upa de él que era grandote y fuerte pero que estaba llorando y yo no me acuerdo si yo también lloré.