03 octubre 2006

Un cuentito de los mios

Despalabrado con esquíes

Tengo un soberano quiste en el premolar. Creo que soy un vago, me des-vago y no entiendo. Apenas camino. Voy. Me quedo. Estoy entumeciéndome. Me despalabro. No entiendo. Apenas soy.
– ¿Papá puedo comer un caramelo?
– Sí.
Cómo le explico. Audiciones pendientes y un estornudo. Un desodorante que se vuelve rebelde y la cortina del baño que se cae.
– ¿Papá puedo matar a mamá?
– Sí.
Juegan conmigo. Apenas eso. Un instante, un cielo, un alcanzar los brazos hacia arriba y ver las estrellas. Velar por todos. Velarme. Seguir siendo así, intenso, colorido y verde, fundamentalmente negro y gris. Estepario y Bazooka. Ser dolorido y barriento. Tener sed y sueño. Desperezarse en las mañanas y ser desesperado. Angustiarse y tener miedo. Ser valiente y tener hipo.
– ¿Papá puedo comer otro caramelo?
– Sí.
Estar a veces, siempre. Faltar a mí mismo. Ser un pedazo de alguien, tener antojos y caminar por ahí. Ser la pantera rosa cuidando un bebé ajeno y caminar con él. Velar por él. Ser jabón en polvo.
Tener marca y tomar soda. Mi logotipo es cuadrado y tomo veneno todos los días. Apenas un cuatro o un tres. Hoy fui hormiga dos veces, me estoy volviendo paranoico. Variaciones en blues y la mama bruja. Laudate Dominum. Ex Libris. ¿Dónde puse el sacacorchos? No puedo hacer nada sin él. Es el lugar perfecto para un crimen perfecto pero me queda un diente y un premolar con un quiste. Uso anteojos y la tos me los rompe. Sentarse y pensar en eso, en estar sentado. Despojarse y hacer eso, despojare. Romper y romper. Des-significar y cargar las armas, matar y matar.
– ¿Papá puedo matar a tu hija?
– Sí.
Equilibrarse y tomar conciencia. Un mundo, dos mundos. Estiércol por doquier y yo encerrado en el baño. No hay papel. Miro por la ventana. Es una cárcel. Hay unos perros afuera y me esperan a mí. Estoy solo y no me quiero perder. Música y promesas. Ya no leo y me vuelvo viejo a cada minuto. Me des-sangro y es eso, desangrarse. Me pierdo y es eso, perderse.
– Papá, tu hijo me quiere matar.
– Sí.
Ajeno. Inverosímil. Experto. Aullador. Usurero y temerario. Desvanecimiento absurdo del esperma. Esquema silógico veneciano. Apuntes al dente. Eventración secular y manchas de te. Ya no lloro más. Hace tiempo. Quizás a veces pero eso no es llorar. Es como un gemido de búfalo o de sapo de otro pozo. A veces quizás llueva, en otros lugares no. Yo estoy aquí, siempre estoy aquí.
– ¿Papá, puedo comer otro caramelo?
– Sí.
La abundancia y las celosías están arriba, en el tercer cajón del subsuelo. Al lado hay una “A” bien helvética. Es linda, siempre peinadita y sucia. Dicen que es huérfana de amigas y se que no es así. Es como una risa que le da de vez en cuando. Le pica la panza, se hace petisa, se tira un pedito y sube. Quizás desde aquí pueda verlas a todas. Pero estoy muy abajo, muy adentro y a fuera, en realidad, no hay nadie que me pueda ver. Me des-ven.
– Papá, no hay más caramelos.
– Bueno.
– Papá, no hay más mamá.
– Bueno.
– Papá, no hay más hermana.
– Bueno.
Creo que será mejor que me peine y me vaya. Después de que el sueño diamantino envejeció bajo la sombra de un alud nunca más hubo ráfagas ni tormentas, apenas unos brotecitos chiquititos que se trepan en los colectivos con sus manitas de mármol, de masapán, de yeso. Un chocar los excita, entonces se reproducen y son cormoranes verdes y rojos y vuelan reproduciéndose por todos lados y se besan y copulan bajo el agua y en los techos de tejas verdes de las escuelas. Son como crayones y son sonámbulos que comen caramelos, jamás toman mate y no producen recuerdos. Son azules y venden pastas caseras en las esquinas.
Jamás pensé que me des-palabraría de mi goma de borrar tinta y lápiz. Mi Faber estaba listo y mi pocket también. Estoy sudando como suda un gordo que suda cuando suda. “Suda”, entonces, no es nada. Pienso y no entiendo y me bajo del colectivo pero el puente no está y caigo al agua y todos piensan que soy un desgraciado, un pobrecito, un suicida, pero me des-suicido porque éste no es mi lugar.
Entonces vuelo como los cormoranes rojos y me como a mis hermanos y a mi madre y como padre no tengo, tengo hijos, pero no me los como. Soy un turista y ando en moto por ahí. Por la playa, por las grullas, por las huellas, por las dudas de tu mente que te aúlla.
Soy un reverendo desgraciado y ya no doy misa a las once. A esa hora duermo y me despierto soñando con Freud a las once y cinco. Entonces soy insomne y salvo todo lo que puedo del naufragio pero me quedo ahí. No voy a ningún lado y tengo mi caja PAN y mis chicles. Todo flota y yo soy una mierda que flota y se me ocurre putear y escupo flores a todos los que pasan y me salvo yo solito.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Silencio........................................................................silencio silencio silencio silencio silencio silencio no quiero no quiero no quiero acordarme de nada, nada, nada, nada, menos de eso. Silencio y perdon silencio silencio silencio ssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssfrida

Anónimo dijo...

Marcelo:
Veo que no perdés el tiempo ni la creatividad. Seguí así.
Espero que tu familia esté mejor.
Nosotros, los que quedamos seguimos este cuatrimestre, un poco más relajados, pero con la mirada puesta en poder rendir al menos una materia.
No dejes de presentarte con el concepto que Alcira tiene de vos, creo que tenés el 80% de la materia a tu favor.
Un saludo, te extrañamos y cada vez somos menos.
Patricia Lópèz UNSAM

Marcelo Peralta dijo...

Patricia. Gracias por tus palabras. Espero que te haya gustado el cuento. Claro que voy a retomar los estudios. Seguramente prepararé los exámenes para marzo. Lástima que cada vez seamos menos, pero una alegría para mí saber que me siguen teniendo en cuenta. Eso alimenta mi ego, lo engorda, y se me nota en la panza que estoy criando.
Chistes aparte, gracias por visitar mi página. Un saludo para vos y para todos los compañeros.

Marcelo

Anónimo dijo...

Padre..

Perdoname por querer irme de algunas cosas tuyas, por crecer un poquito cada dia. El tiempo va pasando y siento que perdimos en este tiempo lamentable que estuvimos distanciados, bajo un mismo techo, la capacidad de crear momentos, la felicidad de abrazar el amor.
Llegué a un punto en donde no lloraron mis ojos, sino que sentí que mi corazón moría, lo sentí galopante por momentos, y caer... como en un abismo. Por tenerte tan cerca y tan lejos. Por necesitarte.

Siento que te debo tanto...


Nunca dejes de morir por mi, nunca dejes de verme nacer. Y crecer.


te ama



tu hija.

Anónimo dijo...

me puso mal el cuento che !
capaz es porque lo lei con otro punto de vista
que no era para nada el suyo..
pero yo lo entendi asii y bue
.......
barbii 9 c

charro dijo...

leo leo escapo subo miro y desde ahi caigo y me vuelvo a caer...viste, por suerte los inconcientes estan conectados...siempre